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La Cita

22 August, 2002 by traveler

Son las seis y veinte de la tarde, la Señora Ocampo se levanta de su siesta sabática. Su desgastada figura se dirige hasta el elegante baño al final del pasillo. Debe apurarse a estar lista, hoy es el día esperado, su cita.

En las palabras de su empleada doméstica se refleja la sorpresa, el asombro... ¿a su edad una cita? Sí, no es tan descabellada la idea.

__¿Cómo durmió? –es la pregunta que Estela, su empleada le hace al ver a la señora salir del baño con dirección al dormitorio.

__Bien, bien –contesta sin mirarla.

Sobre su cama, la que ocupaba su esposo, quien ya hace mas de un año que ha muerto, se advierten ropas de salida para elegir, previamente dispuestas por ella antes de acostarse. Como si fuera una adolescente no se decide por que vestido optar, los observa una y otra vez. Al fin elige el largo azul oscuro con detalles en celeste en la parte del cuello y las mangas. Lo toma con sus arrugadas y cálidas manos y ante el reflejo de su imagen sobre el antiguo espejo de la habitación, sonríe, algo que no hace muy seguido.

Se viste sin descuidar su delicado peinado, anteriormente cuidado con un gorro mientras dormía. Acomoda su blanco y esponjoso cabello.

Sobre la refinada cómoda se encuentra su coqueto joyero, el cual guarda innumerables recuerdos más que accesorios. Uno de ellos es tomado por ella, quizá el que más recuerdos tiene, el collar que su esposo le regaló en su primera cita. Lo más especial para un día especial.

La extrovertida actitud de Estela hace más fácil recaudar información sobre el protagonista de su cita. Pregunta en un tono amable:

__¿y...Quién es? ¿lo hemos visto alguna vez...? –su sonrisa se pierde entre un gesto de curiosidad.

La señora Ocampo, con su actitud fría y de palabras medidas, gira su cabeza hacia donde su empleada se encuentra. Desde la distendida y tranquila ubicación frente a la ventana que da a la calle, le dice:

__Es alguien que nos ha tocado muy de cerca en esta casa... y no hace mucho tiempo... –girando lentamente su visión hacia la ventana al terminar la frase.__ ...muy de cerca... –repite entre suspiro y desgano. Estela parece no entender tal expresión.

__¿Y ese alguien la va a pasar a buscar? –Pregunta indiscretamente la empleada.

__Si, me va pasar a buscar y me va a llevar –contestó sin sacar su vista de la ventana de largas cortinas.

Mientras pinta sus secos labios de un color rojo intenso, que contrasta con su tez pálida, la señora ordena a su empleada tomarse el resto de la tarde. Su voz cascada y entrecortada lleva consigo las ganas de tener privacidad, que no haya nadie en la casa más que ella y su cita. A pesar del interés de Estela de saber ese “alguien” tan misterioso entiende la orden y la acepta.

__Bueno, nos veremos el lunes, señora, mucha suerte, adiós –dice resignada por no poder quedarse y conocer la compañía de la señora.

__Adiós –contesta mientras sus pies entran en los finos zapatos oscuros.

El reloj del comedor marca las siete y diez, la señora lo observa desde el cómodo sillón, que da a la puerta de entrada de la casa.

Los nervios aumentan por que el momento esta por llegar, faltan unos segundos...

Dos golpes se hacen presentes desde el otro lado de la gruesa puerta de roble.

__Pasá, ya estoy lista –dice mientras sus dedos se clavan en los extremos de los apoyabrazos.

La puerta se abre lentamente. La imagen huesuda y cubierta con un paño negro se refleja en su tenue y desgastada mirada.

***
traveler81.2002

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Parte del aire

02 August, 2002 by traveler

Al balcón sale sin saber a donde va, pero sabe que no tiene nada que temer. Sólo cruza sus delgados brazos sobre el frío hierro verde de la baranda. Observa y observa sin mirar de más. Canta, ríe y juega, a través de sus ojos claros, con los pájaros que merodean, pero su persona se encuentra total y tristemente sola. El dolor y la soledad son los compañeros de siempre, no sólo ellos sino tantas miserias cruzadas y enlazadas entre si. Mientras que en su mente hay miles de emociones, afuera las aves incitan y persuaden sus acciones, invitan a su persona a ser parte de ellas.

Dos segundos son suficientes para rever su estado, como es que esta ahí, como advirtió entre las opresoras paredes grises de su habitación, la puerta semiabierta que da al gran salón de piso de madera, donde llegaban miles de rayos de luz entre las hendijas de la desgastada puerta de roble, los mismos provenientes del gran ventanal con vista a la calle. Como entró a ese lugar y esa luz, y ese balcón que la atrajo de una manera inexplicable. Su visión apunta al cielo, siempre, sin advertir el pequeño tamaño de las personas y cosas que se encuentran debajo de ella. El ávido viento sacude sus rubios cabellos y sus ropas son fuertemente agitadas. Nada de lo que pasa a su alrededor altera sus pasiva y distendida actitud pero recreada en sus ojos, el movimiento tranquilo y de bienestar de los pájaros se refleja en su misteriosa mirada. Piensa en escapar, en ser parte de ellos, que vuelan libremente por territorios desconocidos, que tienen la oportunidad de equivocar sus caminos y con la fuerza suficiente para ser dueños de sus propios destinos.

Ahora el frío hierro verde es la base de los pies descalzos de su ser, y sus brazos toman la pared izquierda sosteniendo su consumido cuerpo. La escena es vista por una mujer obesa de rodete y vestida elegantemente, quien circulaba por el gran salón de piso de parqueé, el desconcierto es el vivo reflejo de su mirada. No sabe como resolver la situación, sin asustar a su imagen que se trasluce entre sus ropas sueltas con la luz de media mañana que impacta sobre ella. Mientras que sus ojos siguen observando a las aves, sin importar más. Sus rodillas parecen levemente flexionarse, al tiempo que la gorda mujer corre dificultosamente hacia el balcón para detener su locura. Grita queriendo hacer volver en si a su persona. Las delgadas rodillas se estiran, una leve sonrisa en sus sumisos labios se proyecta, y por dos segundos su esbelta figura forma parte del aire, es un ave más, es un ser del viento, es libre al fin.

traveler81.2002

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