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Bela

18 February, 2008 by traveler

Hoy quería escribir sobre Bela, tal vez no me salían tan fácil las palabras, el tiempo me había endurecido, era conciente de eso. Pero como no escribir sobre sus ojos? esos colores que se superponen, y el parde y el café y se rocían con esa luz que da lugar a lo que son. Como esa vida se muestra reflejada en esa sonrisa exquisita. Cómo no escribir sobre Bela? Si tan sólo el recuerdo fresco de su voz genera en mi la plenitud y el-perfecto-estado del cual sobran las palabras exactas y concisas. Cómo olvidar anoche? cómo olvidar mañana? Si el simpre hecho de saber que existe me lleva a otro plano, donde lo urgente se apasigua y lo áspero es más suave. Se podría decir que Bela retoriza el inagotable recurso del ser, de ser-tal-cual, de libertad, furiosa y absoluta, de autenticidad, de franqueza. Que importante es que sea libre, como me ayuda a comprender y aprender su concepto, a serlo, no privándome de absolutamente nada. Que bueno es que vuele y que con su suave piel me acaricie, que no de por obvias las situaciones, los signos y las señales. Que fundamental es que mire y que vea y que cada detalle sea un detalle, que se escuche su corazón cuando observe y que sea el mismo sonido que sienta cuando la abrazo. Que genial es su Belleza, particular, personal, única, desde adentro hacia afuera, inigualable y percibida. Simple y compleja al mismo tiempo, inconfundible.
Que bueno es ser parte de su vida, que me permita dibujar en la oscuridad su cuerpo con la punta de mis dedos y lograr la precisa imagen.
Que inexplicable es sentir su amor, es amarla, es que sea, que sea Bela, que sea hoy, que sea siempre.
***

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Espantapájaros

16 February, 2008 by traveler

No sé,
me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias
o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz
que sacaría el primer premio

en una exposición de zanahorias;

¡pero eso si!
-y en esto soy irreductible-
no les perdono,
bajo ningún pretexto,
que no sepan volar.
Si no saben volar
¡pierden el tiempo las que pretenden seducirme!

Esta fue -y no otra-
la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas
y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese,
volando, de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!...
y a los pocos segundos,

ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.

Durante kilómetros de silencio
planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.

¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando las estrellas!
¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!

Después de conocer a una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos

una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay una diferencia sustancial
entre vivir con una vaca
o con una mujer que tenga las nalgas

a setenta y ocho centímetros del suelo?

Yo, por lo menos,
soy incapaz de comprender

la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.
***

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