Intenté verla fea, cambiar mi visión desde el asiento, viendola en lo alto. Escuchándola y queriendo que su voz fuera insoportable, que aturdiera mis oidos, y mis odios hicieran lo suyo con su figura, intenté aburrirme al seguir su relato, y que mi mente no se concentre en sus imágenes, intenté restarle fuerza a su talento, intenté no prestarle atención al brillo de sus ojos al sonreir; Y ahí avanzaría la minima expresión de su boca al oir, y como su rostro se tornaría serio y su cabeza rotaría vertical y levemente hacia un lado, segundos antes de una incoherencia, para darle lugar luego al magico momento de su risa, donde sus ojos se entrecerrarían y se asomarían en fila aguerridos todos sus dientes, y en ese momento exacto viviría y me sentiría así, y ya no intentaría verla fea, ni insoportable, ni monotona, ni lineal, al contrario, intentaría que los intentos se esfumaran, al igual que la realidad, y me entregaría al momento-unico-y-exacto donde todo lo demas ya no importa, y se congelaría en el aire y en el alma ese intante.
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